lunes, 7 de septiembre de 2015

La pista asturiana

Asturias (tierra con connotaciones moriscas donde las haya), se convirtió en todo un manantial de información para los investigadores del 11-M, justo a partir del martes 16, cinco días después de la masacre.

Ya sabemos que la mochila de Vallecas se convirtió igualmente en la clave de los atentados, y que entre otros utensilios encontrados en la famosa bolsa, apareció explosivo Goma2Eco, un detonador y un teléfono móvil con tarjeta SIM. La dinamita y el detonador determinaron la comisión de dos policías que partieron en la mañana del martes día 16 hacia Asturias ya que -al parecer- les había quedado claro que tanto la dinamita como el detonador de la famosa mochila, procedían de una explotación minera denominada Caolines de Merilles con sede en la ciudad de Oviedo.

Sin embargo, los policías no se dirigieron a Oviedo donde, además de la sede de la empresa minera, se encontraba la jefatura administrativa en la zona, del cuerpo policial al que pertenecían. No. Se dirigieron a Avilés. ¿Por qué?.

La respuesta pudiera ser una llamada que los dos policías dijeron haber recibido durante el viaje,  de unos compañeros que se encontraban analizando los datos de la tarjeta SIM en la sede de la operadora de telefonía Amena. Los compañeros les dijeron que aparecían dos llamadas a unas cabinas telefónicas de Avilés, desde otro teléfono también registrado en la misma antena que el de la mochila. El resto está escrito: los dos policías llegan a Avilés y un compañero de allí les dice que, casualmente, un confidente suyo apellidado Trashorras y ex-minero que se dedica a traficar con drogas, cree saber que los atentados los pudo cometer un morito al que conoce. Los tres policías se reúnen con Trashorras y un señor de los servicios del Centro Nacional de Inteligencia que estaba por alli. El traficante de drogas, que -según consta- padece esquizofrenia, dice a los reunidos que el morito buscaba explosivos y que le invitó a visitar un chamizo que tenía en el campo, cerca de Morata de Tajuña. Miel sobre hojuelas: una de las tarjeta SIM que estaban analizando en Amena se había registrado en un repetidor que cubría Morata de Tajuña, y el número coincidía con el del morito según decía el confidente asturiano.

Desafortunadamente, el traficante de drogas no supo guiar, durante los días siguientes,  a los policías hasta el chamizo del campo, y tampoco supo decir el nombre del moro, al que dijo conocer únicamente con el apodo de Mowgly que él mismo le puso.

En realidad fue el día siguiente (17 de Marzo) cuando otro moro también traficante de drogas y confidente, esta vez de la Guardia Civil, mantuvo una conversación telefónica con su controlador en la que mencionaba “también” a un morito que se llamaba Jamal; conversación que, a su vez, estaba siendo grabada por agentes del Cuerpo Nacional de Policía que investigaban asuntos de estupefacientes. El viernes 19, el confidente de la Guardia Civil fue llevado a la sede del CNP y dijo únicamente que el morito sospechoso se llamaba Jamal y vivía por la calle Villalobos, en el barrio de Vallecas.

Hasta el viernes siguiente (día 26) no apareció en el sumario el apellido Ahmidan asociado al nombre del tal Jamal, aunque no consta de donde obtuvo la policía ese apellido y porqué lo relacionó.

No obstante, en las mismas oficinas de Amena donde dijeron haber encontrado las dos llamadas a “una cabina de Avilés”, constaban cuarenta y dos llamadas a un teléfono sito en la calle Villalobos, la citada por el confidente de la GC, número 51, a nombre de la que luego se dijo era la mujer del tal Jamal Ahmidan. La razón por la que a los policías de Amena no les llamó la atención 42 llamadas a un mismo número sito en el 51 de la calle Villalobos de Madrid, pero si se la llamó 2 llamadas a dos cabinas de Avilés, se desconoce.

La cuestión es que la aparición del moro más famoso de esta historia, y su relación con Asturias, se produce de la mano de dos confidentes de cuerpos de seguridad del Estado, traficantes de drogas y que desconocían el apellido del moro y uno de ellos hasta el nombre. Apellido que en el sumario no consta por sitio alguno de dónde lo obtuvo la policía, ni cuándo, ni cómo.

Lo que si quedó judicialmente acreditado, con unos cuantos actores más es que, como afirma la sentencia, “al menos una parte del explosivo” procedía de Asturias.


viernes, 4 de septiembre de 2015

Las primeras 3 horas


En una matanza organizada como la del 11 de Marzo de 2004, llama la atención tanto la sensación de desprevenidos de los servicios de inteligencia, como la rapidez de resultados en las indagaciones policiales. Se hace difícil aceptar que siendo 29 de los implicados judicialmente en la masacre, confidentes de los servicios del Estado, dichos servicios fuesen pillados por sorpresa.
La gestión más inmediata para la identificación de los autores de la matanza de 11 de Marzo de 2004, quizá fue la localización -casual- de una furgoneta Renault Kangoo en las inmediaciones de la estación de tren de Alcalá de Henares. Fue localizada por la policía 3 horas después de los atentados. Todo un hito de los éxitos de la policía española y un récord cronológico en la investigación de matanzas bajo bandera terrorista.

Un portero de una finca próxima que madruga media hora más de lo habitual para poder ir esa tarde al funeral de un cuñado….  un grupo de personas que ve junto a una furgoneta Renault Kangoo y que le parecen en actitud sospechosa…. luego se entera de las explosiones… y 3 horas después, cuando el presidente de la comunidad de vecinos baja a la calle, el portero le comenta lo que ha visto y el presidente decide contárselo a la dotación de un coche patrulla de la policía que ve por la calle. Registran la furgoneta, se habla de Mondragón (pueblo de Guipúzcoa), luego del Corán y comienza el baile ETA-Al Qaeda.

Las noticias que comienzan a divulgarse sobre la dichosa furgoneta no son
precisamente para afianzar una opinión, sino más bien para dividirla. Unos la recuerdan llena, otros vacía. Unos dicen que entra en las instalaciones policiales a una hora y otros dicen que a otra hora…
El tribunal dio por bueno que la furgoneta la habían usado los malos para llegar a la estación de Alcalá de Henares transportando las bolsas con los explosivos, que era robada,  y que tenía muchas cosas en el interior.

El “hallazgo” de la furgoneta, las características de la misma,  y la polémica sobre su contenido resultan sorprendentes en un indicio criminal que no debería causar tanto revuelo. Desde luego, resulta imposible no extrañarse de que unos terroristas viajen en un coche robado, con la matrícula grabada en las bases de datos policiales, cargados -al menos- con 3 bolsas de 10 kilos cada una, conteniendo explosivos, metralla y temporizadores ya programados, y además con esos aires sospechosos que no pasaron desapercibidos a un portero recién levantado de la cama. En éste país estamos acostumbrados a que los malos utilicen placas falsas con los coches robados. Pero en fin…

Es el caso que 3 meses después, a alguien se le ocurrió que había en la misma calle otro coche sospechoso aparcado allí desde el 11 de Marzo y repleto de evidencias. Se trataba de un Skoda Fabia.  En este coche incluso se encontró ADN de Allekhema Lamari, lo que no dejaba lugar a dudas, puesto que como Allekhema Lamari fue identificado uno de los cadáveres hallados tras la explosión del piso de Leganés. Se trataba de un viejo conocido de los servicios de Inteligencia y de la Policía, detenido como miembro de la célula de Al Qaeda en España, pero al que el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional puso en libertad por error en 2002, y al que también con mala suerte dejó de controlar el CNI cuando le perdió unos días antes de la matanza de los trenes.

No obstante, un periodista obstinado y decidido descubrió cosas curiosas sobre el Skoda: se trataba de un coche robado desde hacía medio año, que sin cambiar nunca las  placas originales participó en un atraco, se fue de una gasolinera sin pagar, fue multado varias veces, controlado por varios policías en momentos distintos y que… el 11 de Marzo no estuvo aparcado en la calle donde lo “encontraron”. El resultado final fue que en la Audiencia Nacional consideraron oportuno sacar el Skoda Fabia del Sumario, y no preguntar ni cómo había llegado hasta allí el ADN de Lamari, ni cómo había llegado el coche a la misma calle de la Renault Kangoo

La famosa furgoneta Kangoo plantea un interesante dilema:
Si algún día, la historia que se ha contado de los hechos, se revelase no verídica, la puesta en escena de la furgoneta serviría para demostrar la voluntad, en las 3 primeras horas, de ocultar a la población lo realmente ocurrido. Y eso sólo podría significar una cosa: que alguien conocía perfectamente lo realmente ocurrido, y tenía la capacidad y el poder necesarios para alterar los hechos ante el pueblo.

Para construir una mentira sólida, es preciso conocer con todo detalle la verdad.

jueves, 3 de septiembre de 2015

La cartelera

Los teatros suelen exhibir un conjunto de imágenes, a modo de resumen gráfico, de los momentos más importantes de la obra que representan, conocido como cartelera.

La sentencia que se dictó tras el juicio, viene a componer un conjunto de los aspectos de mayor trascendencia en la investigación de lo ocurrido, a modo de parte de la cartelera que publicita los hechos juzgados. Esos aspectos llamativos de la sentencia, junto con otras actuaciones durante la investigación, componen una cartelera que se convierte -precisamente- en señales de atención, pues se dedican a destacar aspectos que ni son condenables, ni coadyuvan a conocer o condenar los hechos.

El arma del crimen

Resulta llamativo, con la experiencia en ataques terroristas con explosivos que tenemos en España, y especialmente en Madrid, que con 10 explosiones (no controladas por los investigadores) en cuatro trenes distintos, no hayan sido capaces de determinar el arma empleada en el ataque dirigido contra más de 2.000 personas. En multitud de casos anteriores, con atentados ocurridos a primeras horas de la mañana, ya permitían afirmar sin duda alguna en el telediario de las 3 de la tarde el explosivo utilizado.
Pero en el 11M, la propia sentencia es incapaz de determinar el arma utilizada. Es más: uno de los fiscales del caso, llegó a afirmar que daba igual el explosivo que se hubiese utilizado (o sea, que le daba igual cuál fuera el arma del crimen) y una fiscal, que parecía estar sometida a una fuerte presión,  en un momento dado exclamó muy enfadada sobre las dudas acerca del tipo de arma utilizada: “Fue Goma2Eco y ¡vale ya!”.
La sentencia afirma (pág. 537):
  1. El explosivo utilizado por los terroristas fue, en todos los casos, dinamita plástica -“tipo goma”.
  2. No se sabe con absoluta certeza la marca de la dinamita que explotó en los trenes, pero toda o gran parte de ella procedía de mina Conchita.
  3. Se sabe que la que se usó y se encontró en Leganés y en la vía del AVE era GOMA 2 ECO sustraída de mina Conchita.
  4.  La falta de determinación exacta de la marca de la totalidad del explosivo no impide llegar a conclusiones jurídico-penalmente relevantes respecto de la intervención de los procesados en los hechos enjuiciados y su consiguiente responsabilidad criminal.

La venta de tarjetas

Pese a no ser delito la venta de tarjetas telefónicas en ésa época en España, fue precisamente una supuesta venta de tarjetas lo que los investigadores utilizaron para materializar la primera de las detenciones.  Que el primer detenido fuese de nombre y aspecto magrebí (su fotografía fue rápidamente difundida por TV), sirvió para dejar marcado, horas después de la matanza, el carácter “musulmán” de los autores de la masacre.
Lo curioso de la atención del tribunal en esa “venta” de tarjetas a los terroristas, es que a pesar de dedicarle varias páginas en su sentencia, el documento que aportan como hecho probado de esa venta, sea un albarán de compra en el que no aparece ni el nombre del detenido, ni del establecimiento que regentaba. Que después de tantas páginas dedicadas a algo que no es delito, el tribunal aporte como hecho probado un puñado de puras especulaciones sobre el famoso folio 1829 y su sexto renglón, es algo que no pasa desapercibido ni al más perezoso de los lectores. Y lleva a la inevitable pregunta: ¿qué necesidad tenía el tribunal de tomar semejante derrota?.
Además: el moro que detuvieron acusado de vender tarjetas continúa negando que las vendiese 10 años después, pero sin embargo, no se detuvo al moro que acudió espontáneamente a la policía una semana después de esta detención, para reconocer, no sólo que él sí había vendido tarjetas, sino que dio los números de cada una de ellas y datos de los receptores. Y entre los números que aportó este último moro estaba el que dijo la policía haber investigado para descubrir el piso de Leganés; y entre los adquirentes de sus tarjetas dio el nombre Sarhane Ben Abldemajid (conocido en el sumario como “El Tunecino”)  realizando con ello la primera inscripción de ese nombre en el sumario. Y aún más chocante… a este último la policía ya le conocía desde la llamada operación Dátil contra la “célula de Al Qaeda en España” como miembro de los Hermanos Musulmanes y proveedor de fondos de Abuh Dahdah.  Este cúmulo de extrañas circunstancias llevó a una congresista, durante la Comisión de Investigación del Congreso, a preguntar si es que se trataba de un confidente policial, y el ministerio le contestó que tal información era materia clasificada.

Las llamadas de despedida

El hecho de que el tribunal dedique nada menos que 5 páginas en su sentencia (567 a 571) para intentar acreditar que los individuos del piso efectuaron llamadas telefónicas “de despedida”, resulta muy sorprendente. ¿Por qué ese empeño?.  Es curioso el esfuerzo que realizan ya que no aportan prueba alguna de que las personas que dicen, hiciesen las llamadas que dicen, con el contenido que dicen, en el momento que dicen. La única prueba documental que aportan (entre los miles de tráficos telefónicos reflejados en el sumario) no coincide con los testimonios recogidos, y los “hechos probados” quedan -como otras veces- reducidos a simples especulaciones… o a elucubraciones sobre los inhibidores de radiofrecuencias.
Parece que el propósito de darle tanta importancia a esas llamadas, aparentemente irrelevantes, es el de señalar que la policía conocía la identidad de algunos de los ocupantes del piso, que éstos tenían la intención de volar el piso, y que antes de la explosión estaban vivos.
Lo que si es irrefutable es que la matanza fue cometida por alguien que tenía un motivo para llevarla a cabo,  tenía la ocasión para llevarla a cabo y disponía del acceso a la  cantidad necesaria de un tipo de explosivo concreto, de la mano de obra necesaria para la confección de los artefactos, así como de la cantidad y tipo de mano de obra necesaria para colocarlos en los 10 lugares de los cuatro trenes en el momento adecuado.