jueves, 10 de marzo de 2011

El veredicto especial de un tribunal especial.

Me decía una persona muy querida, hablando de la sentencia judicial sobre la matanza de Madrid: “todos aceptan lo que se ha dicho, y tú te obstinas en no aceptarlo”. Se refería a la aceptación mayoritaria y popular de lo contado por las instituciones legalmente responsables de conocer lo ocurrido y aplicar las correspondientes leyes, y a mi “obstinación” en no aceptar lo contado.

La frase me hizo reflexionar tanto por lo que encierra de real, como por la generalización empleada.
Ciertamente, ese “todos” incluye de forma generalizada a la inmensa mayoría de la sociedad española; probablemente en torno a un 99,9% de la sociedad española; aunque como es lógico,  no significa que ese 99,9% lo acepta, sino, mas bien, que no discrepa. Y si hubiese que matizar más,  me atrevería a afirmar que en el 0,1% podemos incluir conjuntamente a los defensores y detractores de lo contado, de la sentencia, mientras que en el 99,9% dejaríamos a aquellos que siguen su camino sin apreciar motivo alguno para estar ni a favor ni en contra.

Aún pareciéndome un disparate exagerado la cifra de 46.000 españoles interesados (a favor o en contra) en la sentencia, habría que tener en cuenta a todos aquellos que se muestran conformes o disconformes pese a no haber leído siquiera la sentencia, lo que los convierte en personas dotadas de una poderosa fe en sus creencias, pero no mensurables a la hora de buscar personas interesadas en las circunstancias de la masacre y sus consecuencias.

Porque defender posiciones a favor o en contra, sin disponer de información y por tanto sin posibilidad de establecer un criterio personal es, en definitiva, utilizar el pensamiento inducido por otros y excluir el acto personal e intransferible de pensar.
Debido a lo expuesto y a la protección del sumario, el número de personas que, no perteneciendo a las instituciones públicas, y pudiendo leer el sumario lo hayan hecho, puede -con muy alta probabilidad- no alcanzar el cuarto de millar de personas.

De lo que tengo plena y absoluta seguridad es que quien no formando parte de las instituciones públicas, tenga acceso al sumario y lea la sentencia, creerá estar leyendo un auto sacramental, pues tal es la presencia de personajes simbólicos vinculados a conceptos tecnológicos abstractos, el aparato escenográfico o las ideas filosóficas en ella contenida.

Un tribunal especial emitió en su día un veredicto sobre un caso muy especial. Ese veredicto se torna igualmente especial por ciertos contenidos que permiten verlo como un curioso trampantojo.

Conozca ¿errores? de ése veredicto tan especial...

1 comentario:

  1. Siete años después de la masacre de Madrid, no hay ninguna duda de que el único propósito de quienes planificaron los atentados era derrocar al Gobierno y evitar la victoria del PP.

    Siete años después seguimos sin saber quienes colocaron las mochilas en los trenes. El único condenado por ello es Jamal Zougam, sobre el que hay sólidas dudas de que participara en la masacre y tiene todo el patibulario aspecto de ser una cabeza de turco más.

    Siete años después seguimos sin saber quién o quienes fueron los autores intelectuales de los atentados, ya que los tres acusados por la Fiscalía fueron absueltos tras quedar en evidencia que nada tenían que ver con el 11-M.

    Siete años después nada sabemos, ni por asomo, de quién era esa "misteriosa" organización que reivindicó el atentado. No es, desde luego, un grupo vinculado a Al Qaeda. En el vídeo hallado en una papelera en la víspera electoral aseguraba que era una represalia por la presencia de tropas españolas en Irak y Afganistán. España sigue en Afganistán y ese grupo no ha vuelto a atentar jamás en España. Curioso.

    Siete años después seguimos sin saber por qué los vagones de los trenes comenzaron a ser desguazados cuarenta y ocho horas después de la masacre, destruyendo así los escenarios del crimen e impidiendo ulteriores comprobaciones. Desaparecieron 90 toneladas de restos. Cuando en el juicio del 11-M se solicitó a la Policía que aportara las muestras guardadas, para poder realizar contra-análisis, sólo se pudieron aportar unas pocas decenas de pequeños fragmentos, de los que ni siquiera existe constancia de que provengan de los trenes del 11-M.

    Siete años después no sabemos a ciencia cierta qué explosivo se empleó, qué iniciadores y detonadores se usaron, cómo estaban confeccionadas esas mochilas- bombas. Los restos de los focos de explosión nunca se llegaron a enviar a la Policía Científica, como era preceptivo y obligatorio y por ello, las víctimas del 11-M se han querellado contra el responsable de ello: el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano.

    Siete años después seguimos sin saber de dónde salió la célebre "mochila de Vallecas", que fue "encontrada" dieciocho horas después del atentado, "curiosamente", en una comisaría .
    Dijeron que se trataba de una bomba sin estallar procedente de los trenes, pero a dia de hoy nadie explica cómo llegó esa bomba a una comisaría ; nadie vio esa supuesta bomba en las estaciones, nadie la vio durante su traslado y ni siquiera figura en el propio inventario que se realizó en la comisaría .
    A pesar de no haber evidencia alguna que la ligara con los trenes, Bermúdez la dio por buena como prueba y a partir de un teléfono móvil encontrado en su interior se comenzaron a realizar detenciones y se construyó toda la falacia de la versión oficial del atentado.


    Siete años después seguimos sin saber cómo es posible que unos peligrosos islamistas que no se suicidaron en los trenes del 11-M, se suicidaran inmolándose en un piso de Leganés ; un piso que era utilizado por la la Policía para operaciones de narcotráfico.
    Siete años después seguimos sin saber por qué esos "malvados" y "fanáticos" terroristas de Leganés esperaron educadamente, como opusinos durante horas a que la Policía desalojara ocho bloques de viviendas, antes de inmolarse.

    Siete años después seguimos sin saber que ocurrió con el GEO que falleció -misteriosamente - en el operativo, y que después de ser enterrado, se profanó su cadáver y fue calcinado.

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